
Los nombramientos episcopales siempre han dado pie a dimes y diretes. Es bueno, hasta cierto punto, que los católicos nos divirtamos colocando aquí y allí a los obispos. Lo que ya no es tan gracioso es el lío que se monta con cada nombramiento: que si éste está bién, éste otro mal, éste es un incompetente, éste no me vale, éste si, éste es conservador... Con internet se ha multiplicado todo por diez y es que nos gusta el cotilleo, que le vamos a hacer.
Los obispos deben ser católicos y punto.
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